jueves, 9 de febrero de 2012

Carta a Iván Petrovich









    Pulsa play y a leer!


   Waterford, Irlanda del sur, 23 de Enero de 2012

   Carta a Iván Petrovich (Vania) de Anna Nikolay

   Querido Vania:

   ¡Hola Vania!, no sabes cuantísima alegría me hizo recibir tu carta. Llegar a "casa" y tener un sobre con mi nombre esperando en el recibidor es lo último que esperaba, menos aún un sobre con el sello de casa, esta vez casa de verdad, un sobre con tantos recuerdos para mí.

   Ahora, con la emoción todavía de leer y acariciar tus letras, me dispongo a escribirte, en la soledad de mi escritorio, con tu mirada desde las fotos puesta en mí. Se deshiela el corazón al calor de tus palabras, ¿Quién sabe?, igual es el calor del samovar lo que aún conserva esta carta.

   Me alegra que vivas estos días tan intensamente y que tengas tiempo de mirar por ti, puesto que la felicidad empieza por uno mismo. A veces es necesario pasar por esos tiempos para poder apreciar los buenos. Son los fallos los que nos hacen querer ser mejores y, en tu caso postoik, que aunque ahora no lo veas seguro que es fundamental para tu evolución personal. Aquí en Irlanda hay un dicho que últimamente me dicen mucho: las lágrimas derramadas son amargas, pero más amargas son las que no se derraman. Sentir Vania, sentir es lo que hace moverse al universo, ¡que no te engañen los hielos culturales!.

   ¿El derecho a buscar la felicidad en Occidente? Parece no ser un derecho de primer orden, o por lo menos, no un derecho aplicable a todos los ciudadanos de esta cultura. Existen derechos, sí, el derecho a ver, oír e imitar, porque en cuanto el gallo alce la cresta le será cortada... Aquí está la cultura de la semejanza, se busca la homogeneidad entre todos los ciudadanos. Las apariencias son primordiales en occidente. Existe un muro que te impide pensar hacia dentro, un muro que te hace vivir en la superficie y que termina rellenando de hormigón todo tu interior.

   Me levanto a las 7:00, desayuno y me voy al trabajo. Salgo a las 19:00, cuando la noche ya está sobre el cielo Irlandés. Salgo tan cansada que me voy directa a dormir. Así día y noche, en un ciclo que parece no terminar nunca. Para cuando llega el día de descanso intento estar activa, levantarme pronto y aprovechar el día visitando la zona, dando un paseo por la playa; la tengo a 45 minutos de casa en autobús. El tiempo   es de lluvia constante y parece sincronizarse con mi estado anímico... Paseo bajo la llovizna por los verdes acantilados de esta tierra, cavilando sobre la nada, pensando en el presente. Después de tanto ir y venir por fin aprendí que con leña prometida no se calienta la casa.

   No estoy mal, pero tampoco estoy bien. Intento concentrarme por primera vez en mi vida en los pequeños detalles, en el día a día, en levantarme por la mañana cuando suena el despertador, en ir al trabajo cada día, en estudiar, en comer... ¡aunque no lo creas a veces se me olvida!.

   De pequeños nos enseñan a ser mayores cuando lo que verdaderamente hay que aprender es a ser pequeños, a seguir sorprendiéndote, a pesar de todo, cada instante de tu vida. Aprender a perdonar al tiempo por pasar de largo cuando lo llamamos o cuando solo queremos que vuelva y nos lleve a otras épocas. Ya sé que suena fácil decirlo, pero quiero que sepas que estas letras las escribo con los ojos encharcados de lágrimas. Cuesta tanto hacer simple lo que en realidad es tan complejo...

   Vivir el presente Vania, quiero vivir cada segundo exprimiéndolo al máximo e intentar hacerlo lo mejor posible. Intentar que cuando llegue la noche no tenga que volver a reprocharme que estuvo en mi mano y lo dejé escapar como agua que corre para no volver jamás. Cuando se hizo el tiempo, se hizo de sobra, ¡A ver si nos entra en la cabeza (y más aún, en el corazón)!

   Espero saber pronto de ti, de postoik, de Mijhail y de todo lo que me quieras contar, puesto que nunca están de más las noticias que llegan desde casa.

   Do svidánia!

   P.D:   Un beso fuerte para ti y tu habitante interior.


2 comentarios:

  1. Me ha encantado. Te estás superando.

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  2. Sentir Vania, sentir es lo que hace moverse al universo.

    Creo que eso es la esencia, es tan bueno probar por uno mismo lo que hay que saber, sentirlo, en defintiva, vivirlo, que esa erótica del conocimiento, consustancial a la vida misma, a ratos nos empuja y nos flagela, nos juega malas pasadas. Pero imposible resultaría suprimir del archivo de la experiencia el riesgo y la prueba, el ensayo y el error, la constatación o el dolor constatado en sí mismo como condición de la existencia.
    A pesar de que eso pueda llevar implicito el error, errar de manera fortuita, y que sería un gran error suprimir la experiencia, el riesgo y la prueba, el ensayo o el error, presuponer que siempre estaremos exentos del error y de la equivocación, o protegernos de ellos, de su posibilidad de conocimiento en tanto arma arrojadiza, es también una manera "ridícula" de leer la vida. Una manera de habitar los entresijos de la existencia desde la cobardía pusilánime que esteriliza la vida y la convierte en escritura plana y vacía, desprovista de toda metáfora, de todo artilugio que adorna y enriquece, que hiere al tiempo mismo que redime y exculpa. Vivir es experimentar. La experiencia es un grado cuando se comprende que la vida toda es texto, escritura, subterfugio en el que se acoplan y arremolinan todas las pasiones y sus modelos de actuación incorregibles y viscerales. ¿Acaso no es hermosa toda la vida, toda ella por sí misma? ¿No tiene cada accidente, cada desilusión y cada engaño su propio encanto? Desde luego que sí, aunque algunas veces su precio sea muy caro y el desazón muy duro. Si de cada accidente se extrae un aprendizaje, entonces, y sólo entonces, ese accidente no fue sino grado cero del conocimiento traducido en experiencia. Habría que descubrir siempre la implicación y las consecuencias de cada acto, habrá que desentrañar la voz y el sentido alegórico del agua que fluye.

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