domingo, 28 de octubre de 2012

El final


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" Fue en París, en una fría noche de octubre de 1985, cuando por primera vez tuve conciencia plena de que la lucha contra el desorden de mi mente...podía tener un desenlace fatal.
(…)
Desde la antigüedad -en el torturado lamento de Job, en los coros de Sófocles y Esquilo- los cronistas del espíritu humano han venido forcejeando con un vocabulario que pudiera dar expresión adecuada a la desolación de la melancolía.
(…)
Mi malsana tristeza, una marea tóxica e inenarrable, una forma de tormento, un trance de malestar supremo, el desvalido estupor, la vejación del insomnio, una forma de repudio derivado del autoaborrecimiento (distintivo señero de la depresión), ese lóbrego y tenebroso talante del color del verdín, el cataclismo inmediato que conmovía mi ser, la voz de la depresión, mi asedio, la espiral descendente, inmensa y dolorida soledad, una tormenta de tinieblas, gris llovizna de horror, la muerte soplando sobre mí en frías ráfagas, la desolación, el horror como una niebla compacta y venenosa. Se ha desvanecido cualquier sentimiento de esperanza, toda idea de futuro, es la desesperación lo que apabulla mi alma, una situación de herido ambulante que vive pegado a su lecho de clavos dondequiera que vaya, moviéndose de tortura en tortura, ordalías indistinguibles de nebuloso horror, este suplicio sin fondo, un simulacro de todo el mal de nuestro mundo, la desesperación más allá de la desesperación.
"


William Styron

sábado, 25 de febrero de 2012

Mi cuento.









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"Mi padre está en la cocina tomando té negro en su tazón blanco esmaltado. Me levanta y me sienta en su regazo.

-Papá me cuentas el cuento de Cu Cu.
-Cuchulain, dilo conmigo: Cu-Ju-Lin. Te contaré el cuento cuando digas bien el nombre.

Yo lo digo bien y el me cunta el cuento de Cuchulain, que cuando era un muchacho tenía un nombre diferente, Setanta. Se crió en Irlanda, donde vivía papá cuando era niño, en el condado de Antrim. Setanta tenía un palo y una pelota, y un día golpeó la pelota y esta se metió en la boca de un perro grande que era de Culain y lo ahogó. Entonces Culain se enfadó mucho y dijo:

-¿Que voy a hacer ahora sin mi perro grande para que guarde mi casa, a mi mujer y a mis diez hijos pequeños, además de numerosos cerdos, gallinas y ovejas?
-Lo siento -Dijo Setanta-. Yo guardaré tu casa con mi palo y mi pelota y me llamaré Cuchulain, el perro guardián de Culain.

Y así lo hizo, guardó la casa y las regiones vecinas, y llegó a ser un gran héroe, el perro guardián de todo el Ulster. Papá decía que fué un héroe mayor que Hércules y Aquiles, y que podría medirse con el rey Arturo y todos sus caballeros siempre que la pelea fuera limpia, cosa que, naturalmente, nunca podía esperarse cuando se lucha contra un inglés.

Este es mi cuento, papá no puede contarle este cuento a Malachy ni a ningún otro del edificio porque es mi cuento..."

Frank McCourt
Las cenizas de Angela.

jueves, 9 de febrero de 2012

Carta a Iván Petrovich









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   Waterford, Irlanda del sur, 23 de Enero de 2012

   Carta a Iván Petrovich (Vania) de Anna Nikolay

   Querido Vania:

   ¡Hola Vania!, no sabes cuantísima alegría me hizo recibir tu carta. Llegar a "casa" y tener un sobre con mi nombre esperando en el recibidor es lo último que esperaba, menos aún un sobre con el sello de casa, esta vez casa de verdad, un sobre con tantos recuerdos para mí.

   Ahora, con la emoción todavía de leer y acariciar tus letras, me dispongo a escribirte, en la soledad de mi escritorio, con tu mirada desde las fotos puesta en mí. Se deshiela el corazón al calor de tus palabras, ¿Quién sabe?, igual es el calor del samovar lo que aún conserva esta carta.

   Me alegra que vivas estos días tan intensamente y que tengas tiempo de mirar por ti, puesto que la felicidad empieza por uno mismo. A veces es necesario pasar por esos tiempos para poder apreciar los buenos. Son los fallos los que nos hacen querer ser mejores y, en tu caso postoik, que aunque ahora no lo veas seguro que es fundamental para tu evolución personal. Aquí en Irlanda hay un dicho que últimamente me dicen mucho: las lágrimas derramadas son amargas, pero más amargas son las que no se derraman. Sentir Vania, sentir es lo que hace moverse al universo, ¡que no te engañen los hielos culturales!.

   ¿El derecho a buscar la felicidad en Occidente? Parece no ser un derecho de primer orden, o por lo menos, no un derecho aplicable a todos los ciudadanos de esta cultura. Existen derechos, sí, el derecho a ver, oír e imitar, porque en cuanto el gallo alce la cresta le será cortada... Aquí está la cultura de la semejanza, se busca la homogeneidad entre todos los ciudadanos. Las apariencias son primordiales en occidente. Existe un muro que te impide pensar hacia dentro, un muro que te hace vivir en la superficie y que termina rellenando de hormigón todo tu interior.

   Me levanto a las 7:00, desayuno y me voy al trabajo. Salgo a las 19:00, cuando la noche ya está sobre el cielo Irlandés. Salgo tan cansada que me voy directa a dormir. Así día y noche, en un ciclo que parece no terminar nunca. Para cuando llega el día de descanso intento estar activa, levantarme pronto y aprovechar el día visitando la zona, dando un paseo por la playa; la tengo a 45 minutos de casa en autobús. El tiempo   es de lluvia constante y parece sincronizarse con mi estado anímico... Paseo bajo la llovizna por los verdes acantilados de esta tierra, cavilando sobre la nada, pensando en el presente. Después de tanto ir y venir por fin aprendí que con leña prometida no se calienta la casa.

   No estoy mal, pero tampoco estoy bien. Intento concentrarme por primera vez en mi vida en los pequeños detalles, en el día a día, en levantarme por la mañana cuando suena el despertador, en ir al trabajo cada día, en estudiar, en comer... ¡aunque no lo creas a veces se me olvida!.

   De pequeños nos enseñan a ser mayores cuando lo que verdaderamente hay que aprender es a ser pequeños, a seguir sorprendiéndote, a pesar de todo, cada instante de tu vida. Aprender a perdonar al tiempo por pasar de largo cuando lo llamamos o cuando solo queremos que vuelva y nos lleve a otras épocas. Ya sé que suena fácil decirlo, pero quiero que sepas que estas letras las escribo con los ojos encharcados de lágrimas. Cuesta tanto hacer simple lo que en realidad es tan complejo...

   Vivir el presente Vania, quiero vivir cada segundo exprimiéndolo al máximo e intentar hacerlo lo mejor posible. Intentar que cuando llegue la noche no tenga que volver a reprocharme que estuvo en mi mano y lo dejé escapar como agua que corre para no volver jamás. Cuando se hizo el tiempo, se hizo de sobra, ¡A ver si nos entra en la cabeza (y más aún, en el corazón)!

   Espero saber pronto de ti, de postoik, de Mijhail y de todo lo que me quieras contar, puesto que nunca están de más las noticias que llegan desde casa.

   Do svidánia!

   P.D:   Un beso fuerte para ti y tu habitante interior.


domingo, 5 de febrero de 2012

No se muere dos veces, pero una es inevitable.





 
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Sumikha, (Rusia), 13 de Septiembre de 2004.

   Por estos parajes fríos hay un refrán que dice "No se muere dos veces, pero una es inevitable"... También dicen que cuando la muerte llama a tu puerta, ves pasar tu vida en décimas de segundo. Vania debía de estar muriendo, o al menos una parte de él.

   De camino a Cheliabinsk, en el frío tren transiberiano, se puede contemplar la belleza de los parajes helados, la hermosura de lo inhóspito, de lo indomable por el ser humano. Pequeñas poblaciones de no más de 40 habitantes se atreven a desafiar estas condiciones.

   Si tuviéramos que establecer un origen para Vania sería este momento de su vida. A veces el comienzo de algo supone sin duda alguna la muerte de otra cosa... La muerte de lo hasta ahora conocido simboliza la vida de lo nuevo.

   Con la cabeza apoyada en la ventana del tren, Vania se hacía el dormido para evitar entablar conversación con cualquier otro "camarada". Quería saborear, beberse hasta las heces la fría copa de la despedida, el "smyrt" (muerte) de su vida.

   Las imágenes se sucedían una tras otra, como una concatenación de ecos del pasado que ahora se sentían muy presentes... Fue al baño, se quitó la ropa y miró su cuerpo reflejado en el espejo, con las manos temblorosas comenzó a tocar sus pies. Recordó cuántas veces había escapado de casa, las veces que había saltado intentando agarrar las estrellas. Allí estaba el pequeño agujero dejado por un clavo en el pie izquierdo, fruto de un armario que pagó su impotencia al recibir "el castigo paterno".

   Siguió ascendiendo por los muslos, muslos aún fuertes por la continua práctica de kettlebells, el olvidado deporte favorito de Vania, olvidado forzosamente puesto que no había dinero para seguir pagando la matrícula, porque mamá no pasaba demasiado tiempo en casa y porque las tareas del hogar debían repartirse entre los hermanos.

   Ascendió hasta la espalda, espalda cargada del peso de una familia desestructurada, cargada de cicatrices, pequeños cortes que se extendían a lo largo y ancho de la espalda, formando el mapa de la hasta ahora vida de Vania. Los había de todos los tamaños pero no de diversas profundidades, puesto que los castigos no debían notarse de puertas hacia afuera.

   Palpó su cabeza, la cicatriz en la sien derecha... lágrimas y más lágrimas, ríos de sal se diluían por su cara. Sin embargo, las cicatrices que más duelen no son las que dejan una señal en el cuerpo sino las que la dejan en el alma.

   Una vez leí: "Si se llega a un punto determinado, ya no hay regreso posible. Hay que alcanzar ese punto." (Frank kafka). No había vuelta atrás. Vania debía emprender el viaje, para empezar a sumar en puntos positivos había que poner la cuenta a cero. ¿Huyó? Se había enfrentado muchas veces a la misma situación teniendo como resultado el golpe contra el muro, no había nada que pudiera cambiar.

   Un 13 de septiembre llegó a Cheliabinsk. Salió el 10 desde Sumikha con una sola maleta y una foto de su madre; foto que apretaba en el puño, escondido en el bolsillo. No quiso leer el reverso hasta que puso pie en la estación de Cheliabinsk. Entonces la sacó y le dió la vuelta:

   Ya tebya lyublyu, Moya liubov (te quiero mucho, amor mío)

   Moya liubov... Recordaba cuando mamá le iba a recoger al colegio.

   No se muere dos veces, pero una es inevitable

miércoles, 1 de febrero de 2012

Carta a Anna Nikolay







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      Cheliábinsk, 13 Enero de 2012                              

      A Anna Nikolay,

      ¡Hola Anya!:

      Querida Anya, después de un tiempo sin saber de ti (ni tú de mí), me dispongo a escribirte al calor del samovar recién puesto en casa. Siempre que lo pongo me acuerdo de ti, de los ratos compartidos con una taza de té y unos cuantos blinis... La realidad es que la distancia física es mayor que la psicológica, te tengo muy presente en mi día a día!

      Aquí en Cheliábinsk todo sigue como siempre, aquí en la ciudad del ferrocarril transiberiano siempre pasan trenes cargados de esperanzas a la ida, de sueños rotos a la vuelta.

      El otro día vi a Misha en la cafetería de la calle Sormovskaya. Me preguntó por ti y me dijo que si te escribía te mandase un buen abrazo de "El camarada Mijail", ya sabes, hay gente que nunca cambiará, aquí te envío su abrazo.

      ¿Qué tal todo por el prometedor occidente?¿Existe el derecho de "la búsqueda de la felicidad" por esos lares?¿Encontraste ya trabajo?

      Aquí el invierno está ya muy entrado, a unos -17º estuvimos ayer. Me encanta este tiempo; esta época del año en la que la atmósfera invita a uno a quedarse en casa, a vivir de puertas para adentro. El tiempo de la reflexión, del cuidado del yo sin mirar atrás, pues ya sabes como se dice por aquí: "Añorar el pasado es correr tras el viento".

     Llevo una temporada viviendo en soledad compartida, compartida con algo ajeno y conocido por mi... Es ajeno puesto que ha entrado sin ser invitado, un forastero que se ha instalado en mis días, que dejó el ancla en mis noches y que quiera o no se va a quedar una temporada larga. Es conocido puesto que está dentro de mi carne, entre tendones, músculo y hueso. Lleva tantos días conmigo que le puse hasta nombre: postoik (vacío).

     Postoik y yo hemos aprendido con el tiempo a llevarnos más o menos bien, no le pregunto mucho ni él a mí, los dos gozamos de bastante independencia a veces, ya sabes lo que dicen: "Saber demasiado es envejecer prematuramente".

    Me levanto por las mañanas y postoik está ahí, me hace saber que está desgarrándome un poco la carne. Me duele Annya, a veces me duele tanto que desearía poder clavarme un cuchillo en el pecho a ver si le acierto en plena cara. Él es el que hace que me despierte, se mueve dentro de mi y me produce un sudor frío, tan frío como la noche de la estepa... En cuanto lo noto salto de la cama, corro a la ducha, me visto y bajo a la calle, tomo el zavtrak en el bar de abajo, subo  a casa y me pongo a trabajar, a leer, a escribir (escribir me hace pensar en como he llegado a este punto de mi vida), a tocar la Balalaica a ver si me entretengo un rato... Así suele calmarse.

     A veces no puedo levantarme de la cama y lo que hago es abrazarme a la almohada y llorar. Alimento a postoik por un rato. Le doy pensamientos y recuerdos, le doy esperanzas futuras basadas en aire y en cantos de sirena, le digo que hay posibilidades, que me arrepiento de todo y que no soy más que un Iván IV, traidor de la madre patria. Así parece calmarse, parece fundirse con "mis sentimientos", se alimenta de mi desesperanza y de mis desconsuelos como dragón eslavo de nuestra mitología (ya ves que no dormía en las clases del Señor Alexandr), postoik es feliz cuando yo me ahogo en mis lágrimas...

    Después de una temporada he aprendido a vivir con él, a llevarlo conmigo allá a donde voy, a intentar no hacerle mucho caso, aunque a veces... A veces querida Kolia es inevitable no hacerle caso, desesperarme y querer tirarme a las profundidades del lago Mezhozermaya... Pero la vida sigue; o eso me dice la gente.

   Tan solo necesitaba escribir, espero no abrumarte con estas historias, puesto que en general la cosa está bastante estable, siempre hay luz en el horizonte, luz que para poder verla he tenido que descender a lo más oscuro del pozo.

    Espero saber de ti y de tus aventuras por esos lares pronto, ¡Ansioso estoy de ti!

    Sin más dilación (puesto que ya tengo el samovar a punto), ¡Un abrazo grande!

    Do svidánia!

    PD: Un abrazo de postoik también.

    Iván Petrovich.

lunes, 30 de enero de 2012

Ayer volvió a soñar.








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Cerró los ojos y soñó.

Soñó que era víctima del apartheid...
Soñó que era una niña oblada...
Soñó que era un tibetano asesinado en nombre de la libertad...
Soñó que era un niño soldado y que le obligaban a matar a sus familiares...
Soñó que era de la casta más baja de la India...
Soñó que moría en el olvido de la selva brasileña, víctima de la lepra que le consumía...
Soñó que se prostituia para pillar caballo...

Soñó, que mientras él soñaba, inerte sobre su cama, la gente era víctima de sus sueños, o que soñaba con las victimas de lo real...la realidad de su mediocridad es que en pocos momentos pasó a actuar mas allá del sueño...

La desgracia del que sueña es el anhelo del que vive.

sábado, 28 de enero de 2012

Reclamando el derecho al delirio...






















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"Aunque no podemos adivinar el tiempo que será, sí que tenemos, al menos, el derecho de imaginar el que queremos que sea. En 1948 y en 1976, las Naciones Unidas proclamaron extensas listas de derechos humanos; pero la inmensa mayoría de la humanidad no tiene más que el derecho de ver, oír y callar.
¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho de soñar? ¿Qué tal si deliramos, por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible:

El aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones. En las calles, los automóviles serán aplastados por los perros. La gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor. El televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas.
La gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar. Se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega. En ningún país irán presos los muchachos que se nieguen a cumplir el servicio militar, sino los que quieran cumplirlo.
Los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas. Los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas. Los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos. Los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas. La solemnidad se dejará de creer que es una virtud, y nadie tomará en serio a nadie que no sea capaz de tomarse el pelo.
La muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes, y ni por defunción ni por fortuna se convertirá el canalla en virtuoso caballero. Nadie será considerado héroe ni tonto por hacer lo que cree justo en lugar de hacer lo que más le conviene. El mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra La comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos.
Nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión. Los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle. Los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos. La educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla. La policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla. La justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda.
Una mujer, negra, será presidenta de Brasil y otra mujer, negra, será presidenta de los Estados Unidos de América. Una mujer india gobernará Guatemala y otra, Perú. En Argentina, las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria. La Santa Madre Iglesia corregirá las erratas de las tablas de Moisés, y el sexto mandamiento ordenará festejar el cuerpo. La Iglesia también dictará otro mandamiento, que se le había olvidado a Dios: «Amarás a la naturaleza, de la que formas parte».
Serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma. Los desesperados serán esperados y los perdidos serán encontrados, porque ellos son los que se desesperaron de tanto esperar y los que se perdieron de tanto buscar. Seremos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de justicia y voluntad de belleza, hayan nacido donde hayan nacido y hayan vivido cuando hayan vivido, sin que importen ni un poquito las fronteras del mapa o del tiempo.
La perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses, pero en este mundo jodido, cada noche será vivida como si fuera la última y cada día como si fuera el primero."

Patas arriba, la escuela del mundo al revés. Eduardo Galeano